Cuando una mascota sustituye a los hijos

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Tener una mascota te da una gratificación emocional sumamente importante, pero ¿es adecuado "humanizarlas"?

Para muchas personas la paternidad es un tema muy lejano, incluso cuando ya están en una relación. Antes de ser padres, muchos prefieren seguir sus estudios, especializarse, cumplir metas. También la falta de estabilidad laboral, los bajos sueldos y la dificultad para conciliar la vida personal con la profesional convierten el deseo de formar una familia en una aspiración casi imposible. Pero hay una situación que parece presentarse cada vez más: adoptar una mascota.

¿Un modelo familiar multiespecie?

Sin duda, los factores anteriores han provocado un cambio profundo en la mentalidad de la sociedad, lo que ha llevado a que las personas opten por crear otras maneras de vínculos afectivos.

Así nace el fenómeno de los perrhijos y gathijos, un concepto ligado a un nuevo modelo multiespecie cada vez más asentado en todo el mundo. En lugar de tener hijos, los jóvenes deciden adoptar un perro o un gato, que cumplen una función afectiva muy importante y que les ayuda a tener compañía, generando un sentimiento de protección y cercanía, que es lo más parecido a tener un hijo.

Tener una mascota te da una gratificación muy importante con la ventaja de que la inversión económica, emocional y de tiempo, es menor. Y, además, no te vincula a otra persona toda la vida, cosa que sí ocurre al tener un hijo.

El reto llega cuando se centra el núcleo familiar en los animales y se les humaniza, por ejemplo: vistiéndolos como humanos, paseándolos en carruajes, celebrando sus cumpleaños con una fiesta esmerada o llevándolos a un día de spa, entre otros. Pero sobre todo, olvidando que este no es su hábitat natural y puede afectarles como especie.

Los gatos y los perros no son seres humanos. Son especies diferentes, por lo que sus necesidades son distintas a las nuestras. Humanizarlos puede traer consecuencias negativas a largo plazo ya que pueden sufrir crisis de ansiedad por separación o cambios en su metabolismo, entre otros.

No dudamos de los beneficios, pero…

Los beneficios que una mascota puede ofrecer a una familia son incuestionables, pero al mismo tiempo debemos darnos cuenta que son limitados, porque aunque un cachorro permite ejercer el rol de cuidadores, sin toda la inversión psíquica, temporal, material y la gran responsabilidad que traen los hijos, también es indiscutible que la relación de apego entre seres humanos tiene características que son propias de nuestra especie, elementos cognitivos y afectivos únicos, que además dan el sentido de perpetuidad a una familia.

También es evidente que los animales de compañía tienen capacidades sociales, emocionales y comunicativas, por lo que son bastante más parecidos a las personas que un electrodoméstico o un auto, pero distan de parecerse a un humano. Por ello, se debe buscar el equilibrio entre tratar a un perro como un niño y tratarlo como un animal.

Estas decisiones son personales, solo es importante tomarnos el tiempo de analizarlas desde la perspectiva no solo del presente sino del futuro. Es decir, ¿qué es lo que queremos? ¿tranquilidad material? ¿trascender? ¿dar vida, amar y ser amados sin medida?, en base a esto tomar una decisión y vivirla plenamente y, sobre todo, con respeto para quienes toman una decisión diferente.


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