La eterna batalla de la disciplina

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No existe un tema más complicado y que genere más conflicto a lo interno de una familia, que la manera en que se educa y disciplina a los niños.

Algunas veces papás y mamás (tíos, abuelos, suegros) opinan diferente sobre qué hacer cuando un pequeño pasa los límites. La disciplina con los niños y esas diferencias de opinión, pueden convertirse en situaciones poco saludables para los padres, los niños y toda la familia.

Si estás confundido, sobre todo porque en la actualidad hay una y mil tendencias diferentes de cómo hacerlo, toma en cuenta estas pautas para escoger el camino más favorable para tus hijos y para ti.

¿Sabe alguien cómo enfrentarlo?

No siempre. Lo que sí es un hecho es que los padres deben crear un frente común, nunca uno cada uno, que se origine de los acuerdos a los que lleguen sobre qué hacer y qué no hacer ante los distintos retos que la paternidad les vaya trayendo.

Aunque lo anterior suena bien, la pregunta que a todos nos surge es si esto es posible. A juicio de varios psicólogos familiares, esa es una fórmula que funciona siempre y cuando las parejas actúen como un equipo dispuesto a trabajar por un objetivo común. Sin embargo, los conflictos llegan porque no logran un acuerdo. A veces no se trata sólo de los niños, sino el dinero, las cuentas, la casa, etc.

Dichos conflictos pueden provenir de los orígenes mismos de la pareja: tienen distinta educación, edad, pertenecen a diferentes religiones o grupo social, etc. Por eso es muy común que cuando llega el momento de implementar la disciplina en la crianza, esas diferencias salgan a flote. Sin embargo, ¿quién no ha visto parejas que funcionan a pesar de ser muy diferentes entre sí?

Claves sencillas de aplicar

A la hora de educar a los hijos hay algunas claves sencillas que han demostrado funcionar, estas son algunas de ellas:

Privilegia el diálogo

No importa la edad, siempre es preferible intentar explicar las razones de por qué se niega un permiso, no se compra el juguete del momento o llegó la hora de dejar la fiesta. Cuando protesta con lágrimas y pataletas, hay que hablarles y hacerles entender que su conducta está equivocada y que así no conseguirán lo que desean, explica Godínez.

Tómate unos minutos

Si el momento lo permite, en lugar de gritar, respira profundo, pon tierra de por medio y espera unos minutos para bajar niveles. A veces reaccionamos con violencia verbal o física, cuando deberíamos tratar de abordar la situación de la forma más racional y calmada posible.

No cedas

¿A quién no le ha pasado que después de un berrinche estresante, terminamos cediendo a los deseos de nuestros hijos? Esto ocurre porque no soportamos más el conflicto, pero si asumiste una posición, mantén tu palabra, aunque ello implique un gran esfuerzo, o la próxima vez tu hijo sabrá que gritar y patalear es la mejor forma de conseguir lo que quiere. La disciplina es la clave.

Descarta un problema de salud

Cuando el berrinche, la ira o el capricho son recurrentes sin una aparente razón, consulta con tu pediatra. Hay casos en los que el comportamiento no es un asunto de mala crianza, sino de un problema de salud no identificado que requiere atención.

Si pierdes el control, busca ayuda

Cuando sientas que haz perdido el control, que ya no sabes cómo manejar la situación y la disciplina se te ha ido de las manos, busca ayuda. Un psicólogo, un pedagogo, un médico, alguien que te ayude a poner en perspectiva lo que está ocurriendo.

Los padres deben empezar con la terapia, dejando de último al niño. Primero hay que establecer qué está pasando: ¿son los niños o los adolescentes los del problema o nosotros? Y es que ha pasado que las diferencias de opinión, los problemas y conflictos de la pareja, terminan afectando la conducta de los pequeños.

Nadie nace siendo insolente y malcriado, los niños se tornan así por los errores que cometemos al educarlos y disciplinarlos. Por eso, aunque en ocasiones parezca anticuado, la idea de criar a los hijos tomando como referencia los valores de siempre: respeto, honestidad, confianza, generosidad, etc., no está fuera de lugar.

Tiene que ser una cuestión de ida y vuelta: yo te respeto, te valoro, soy honesta contigo, te demuestro confianza, amor, así que espero lo mismo de ti. Si no los tratamos así, ¿cómo esperar que se comporten de una manera diferente?


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