La fortaleza

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Vivimos en un mundo muy exigente; la mayoría de nosotros trabajamos en exceso, y nuestros miedos personales son cada vez más fuertes. Estamos tan acostumbrados a lo malo que no nos damos cuenta que entre toda esa negatividad existen cosas maravillosas por las que vale la pena vivir y luchar.

Vivir intensamente es una buena idea, pero no quiere decir que dejarnos llevar constantemente por las emociones que nos producen las experiencias vividas, sea lo óptimo. Es importante saber tomar las riendas de una situación, y concentrarnos en actuar de manera constructiva pase lo que pase. Esta capacidad es lo que conocemos como fortaleza.

La fortaleza es uno de los aspectos más importantes de la Inteligencia Emocional, es saber examinar los hechos de manera más razonable e identificar las mejores opciones. Nos ayuda a sobreponernos ante las dificultades que se presentan en nuestra vida, así como a saber llevar nuestras crisis. Cuando aparecen las adversidades podemos caer en algunos errores:

  • Culpar a un tercero
  • Tomar el papel de víctima
  • Negar que existe el problema
  • Enojarnos

Para alcanzar la fortaleza, se debe pasar por algunas fases de descubrimiento y conocimiento del yo interno, luego debe asumirse el pasado con responsabilidad y por último aceptar la dificultad. Si se avanza en este proceso, se logra un equilibrio físico, emocional y espiritual. Se puede llegar a obtener una gran fuerza interior. Una persona fuerte es capaz de transformar la desesperación en alegría y desarrollar una gran energía para luchar, vencer y alejar el agobio y la tristeza.

Ejercitamos nuestra fortaleza cuando resistimos o vencemos los obstáculos que se oponen a nuestros propósitos positivos y evitan el crecimiento personal. A veces nos desmoronamos, nos debilitamos y entristecemos; sentimos que ya no podemos más y caemos. Requerimos de esa energía para luchar y continuar con tenacidad. Y sobre todo, necesitamos aceptación, valoración, respeto y confianza en nosotros mismos.

¿Cómo logramos tener fortaleza?

Formándola y practicándola día a día. Dominándote en cuestiones que exijan un esfuerzo como las pequeñas molestias de cada día como privarte de un capricho, aceptar los imprevistos y ser paciente con las personas malhumoradas.

Fomentando la espiritualidad. Un Dios que nos impulsa y que nos ayuda, sostiene nuestra existencia. Como decía Van Goethe «Al sentir el soplo de Dios que nos impulsa, tenemos mayor fuerza para maniobrar las velas y navegar seguros».

Siendo responsables. Tener capacidad para responder ante los retos de la vida, en lugar de culpar a los demás.

Amándonos y reconociendo nuestras fortalezas. Empieza por amarte a ti mismo con tus retos, con tus imperfecciones y tus dificultades. Y luego reconoce tus fortalezas, ¡cuánto nos cuesta esto! pero si tienes conocimiento en lo que eres bueno, afrontas los problemas con mayor seguridad porque puedes identificar tus puntos de apoyo.

Cuestionando siempre sobre tus prioridades. Esto es útil sobre todo cuando los hechos ganan una carga emocional fuerte, es aquí en donde debes identificar, por ejemplo, qué propósito tiene una discusión o la fuente de tu estrés, si discutes por orgullo o quieres mantener relaciones sanas, o si quieres organizarte mejor o cambiar de trabajo.

Reflexionar acerca de cuáles son tus prioridades es imprescindible, y puedes hacerlo en cualquier momento, de hecho, hasta puedes anotarlas jerárquicamente en una lista.

Dejando de cultivar relaciones tóxicas. Este paso no desarrolla fortaleza emocional, pero es un apoyo, ya que cuando cultivas relaciones tóxicas, puedes perder esa energía necesaria para afrontar crisis. Contar con un entorno positivo y que te aporte hace que puedas gestionar mejor tus recursos psicológicos y usarlos en situaciones que de verdad valen la pena.

Comprometiéndote con tus planes y sueños. Al hacerlo desarrollarás un valiosísimo sentido de propósito que te ayudará a tener claro a dónde quieres llegar, lo que te hará más difícil ceder a las vulnerabilidades y a la manipulación provocada por tus miedos y dudas, y por otras personas.


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