Las batallas que gané, loló gómez de mena

1.1K

Mi lucha es una historia de milagros, familia y ángeles. Me gusta mucho estar rodeada de mis seres queridos y de mis hijos. Soy madre de cuatro: Marcelo, Fernando, Alejandro y Andrea. Con mi esposo nos conocimos en Monterrey –pues yo soy mexicana-, luego de dos años y medio de noviazgo nos casamos.

Siempre he sido una persona alegre, responsable, ordenada y amiguera. Me encanta que en mi casa todo esté perfecto… llego a ser un poco exagerada con el orden y la limpieza. Además, soy inquieta. Siempre estoy viendo qué hago o qué vendo.

Pero de repente, mi vida y mi dinamismo se pararon. Estaba recostada en mi cama cuando me palpé una bolita, si la presionaba me dolía. Esto hizo que al día siguiente fuera a practicarme unos exámenes. La verdad es que siempre he sido de las mujeres que acuden a su control anual con puntualidad, los exámenes anteriores nunca habían revelado nada anómalo. Pero en esta ocasión, la doctora que me examinó, solicitó una biopsia pues detectó que algo no estaba bien. Luego de una semana de espera, el doctor me habló y me transmitió la noticia: la biopsia era positiva.

El diagnóstico fue un cubetazo de agua fría. Creí que estaba soñando, nunca imaginé que me pudiera pasar a mí. Me habían confirmado que tenía cáncer y la verdad estaba muy asustada.

Una de las primeras decisiones fue hablar con nuestros hijos. Era importante comunicarles qué pasaba y procurar que no se asustaran. Por supuesto, la palabra cáncer es muy fuerte, conlleva un estigma y muchos miedos. A pesar de esto decidimos hablarles con la verdad y compartir con ellos cómo sería el proceso. Sin duda, esto les ayudo a afrontarlo mejor.

Durante el proceso hubo muchos momentos duros, pero quizá uno de los más difíciles fue saber que debía recibir quimioterapia. Dentro de mi corazón, tenía la esperanza que el tratamiento fuera más sencillo. A raíz de este tratamiento, empecé a perder mi cabello. Cuando me lavaba o peinaba, hacía bolas de cabello con mis manos y sentía horrible. Lloraba sin que nadie me viera. A pesar de eso, procuraba mantener siempre una actitud positiva pues mis hijos percibían todo y se preocupaban.

Durante este tiempo, tuve un pensamiento recurrente y era que todo lo malo tiene cosas buenas. Esos tiempos difíciles son momentos para reflexionar sobre tu vida, lo que quieres, el sentido de tu vida y de tu enfermedad.

Ese período también me ayudó a descubrir muchas cosas positivas. Por ejemplo, durante esa temporada difícil me visitaron más familiares de México que los que me habían venido a ver durante los 21 años que tengo de vivir en Guatemala. Cada tres semanas, venía alguien a acompañarme. Es increíble cómo gracias a esas pruebas, te das cuenta de cuánto le importas a mucha gente: recibes llamadas, mensajes, flores, globos y muestras de cariño por todos lados.

En los momentos más difíciles pensaba en que todo en la vida pasa y esto que yo estaba viviendo también iba a pasar… Y así fue.

Definitivamente, Dios me dio una segunda oportunidad. Ahora, me impulsa mucho el amor a mi esposo, a mis hijos, a mi familia… a toda la gente que quiero y está cerca de mí. Disfruto mucho de la vida todos los días.

Con esta experiencia confirmé que hay ángeles en nuestras vidas y yo estuve rodeada de muchos. He de confesar que tener a mi suegro, quien además es doctor, como guía desde el inicio de mi diagnóstico hasta el final del tratamiento, fue algo que no tiene precio. Él no permitió que yo perdiera el control de la situación y me ayudó a no tomar decisiones apresuradas y equivocadas.

Durante el proceso aprendí que todos somos especiales y que las pruebas que nos pone la vida se deben tomar con una actitud positiva y mucha fe en Dios. Para mí esos son los dos ingredientes más importantes, que me ayudaron a sobreponerme de la enfermedad.

Dos consejos

Debes darte permiso de sentirte mal, de quedarte en la cama o en la casa y descansar mucho. A pesar de que yo quería que todo siguiera igual y que nadie sufriera –incluyéndome a mí- al final me di cuenta que es importante validar los sentimientos y escuchar lo que tu cuerpo te dice.

Habla con tus seres queridos aunque al principio sea llorando. Este proceso te ayudará a sanar el alma y el dolor que llevas dentro. Personalmente, me ayudó mucho. Ahora me siento en paz de poder compartir mi experiencia ya que he ido sanando esa parte de mí.


Close