Aprender a vivir

919

Por Betty Marroquín

Es al final de la vida cuando generalmente nos ponemos a analizar cómo hemos vivido. Si nuestra huella en el planeta será memorable, si dejamos un balance positivo. Es entonces que nos ponemos generalmente a pensar si procedimos bien o no, si hubiéramos podido actuar, reaccionar de forma diferente. Creo que es una enorme satisfacción el saber que dejamos un buen recuerdo, un buen sabor de boca, en el camino de quienes tuvimos el privilegio de tener en nuestras vidas. Obviamente me refiero a las personas cuyos afectos valoramos, cuya presencia estimamos. Son esas personas las que enriquecen nuestra existencia. Son nuestros padres, hermanos, familia extendida, consorte, hijos y amistades, quienes hacen de cada día algo especial, si se los permitimos. La clave es permitirlo y demostrarlo. Pienso que sería hermoso ser recordada con una sonrisa.

“En vida, hermano, en vida” nos dice Ana María Rabatté. ¡Que razón tiene! De nada sirve a quién ya se ha ido que le llevemos flores al cementerio, que digamos al aire “cuanto la quería”, y que suspiremos cuando ya no está a nuestro lado, no sirve de nada. Esa frase tan sabia de Rabatté, tiene para mí un significado que va más allá de la muerte. El punto es que cuando hemos perdido a una persona, sea por el motivo que sea, es demasiado tarde para darse cuenta.

Es por eso, que debemos hacer un esfuerzo por demostrar nuestro afecto día a día. Quizás suena como mucho trabajo, pero no debiera ser un esfuerzo. Ser amables, ser corteses, considerados y detallistas es mucho más fácil de lo que se imagina. Si te nace hacer algo bueno por alguien, ¡no titubees! Si sabes que a tu madre le gustan las flores, pues cómprele flores, aunque tenga un jardín enorme. Si a tu papi le gustan las champurradas de esa panadería que queda fuera de ruta, trata de llevarle esas champurradas cuando las puede degustar. Si a tu esposo le gusta ese pastel de chocolate que tú haces, y tienes el tiempo para prepararlo, no lo dejes para después. Si tu amiga está decaída o triste por lo que sea, y tienes cinco minutos para hablarle, llámala. Todo se vale cuando se trata de poner una sonrisa en el rostro de alguien.

Para incentivarte aún más, piénsalo de este modo: si a ti te gusta que quien te quiere te lo demuestre, si te agradan esos detallitos, esas pequeñas cositas lindas de la vida, haz como quisieras que hicieran contigo.

La vida es lo que nosotros hacemos de ella. Todo, en serio, todo, es cuestión de actitud. Recuerde que lo que damos, recibimos, y sobre todo, no debemos dar esperando recibir. Sé que para muchos esto es un eslogan, una de tantas frases vacías, pero en realidad es una gran verdad. Todos pasamos malos ratos y vivimos enojos. Todos tenemos retos que derrotar, problemas que resolver. Lo importante es que cuando logramos que sea el amor y el afecto lo que se imponga sobre nuestro dolor, nuestra decepción o contrariedad; veremos cómo poco a poco las aguas vuelven a su nivel, a su justo cauce, y la armonía reina nuevamente.

Vive cada día como si fuese el último de tu existencia, nos dice Og Mandino. Tratemos de ponerlo en práctica, y veremos cómo se disemina la serenidad, la cordialidad y la concordia. Y recuerda que después de todo, la clave es siempre ver nuestro vaso medio lleno, jamás medio vacío.


Close