Cómo alcanzar la paz que queremos

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Texto Lorena de Salazar

Llega el fin de año, y se comienza a ver todo tipo de publicidad navideña. Se habla de amor y paz. Publicitariamente, se dice mucho sobre estos valores, pero se viven poco, porque se interiorizan poco. Es decir la paz y el amor, publicitariamente suenan bien y causan emociones bonitas, pero en el día a día se quedan como palabras vacías que nos cuesta hacer vida en el entorno donde nos desenvolvemos.

Pero ¿por qué?, ¿por qué todo el tiempo estamos haciéndonos la guerra? ¿La guerra? Sí, la guerra entre familias, esposos, hermanos, compañeros de trabajo e incluso con nosotros mismos. Es decir, nunca estamos conformes: que si tengo mucho o poco dinero, que si estoy gordo o delgado, que si debo trabajar o no tengo trabajo, si tengo ganas o no tengo ganas.

Es decir, no vivimos en paz con nosotros mismos y tampoco con los demás. Por lo que para aliviar un poco esta situación, inconscientemente buscamos satisfacciones placenteras que alivien un poco nuestro malestar. Compramos y vendemos todo lo que creemos es necesario, pero se nos olvida que la vida no es solo negocio. Es más que un negocio: es un dar, darse y recibir. Vamos y regresamos sin parar, pero se nos olvida que la vida no es un ir y venir sin sentido; la vida es un ir continuo hacia una meta segura, definida, clara, precisa, siempre y cuando nos lo propongamos. Y todo esto de buscar nuestro bien, comprar, ir y venir, con el paso del tiempo nos cansa, nos agota, nos empobrece como personas.

Todos tenemos necesidades espirituales y materiales. Lastimosamente, muchas veces nos quedamos en el cuidado de las materiales y olvidamos negligentemente las espirituales porque nos implican más esfuerzo, más compromiso, más renuncia.

Nos justificamos pensando que luego pensaremos en eso, pero el tiempo va muy rápido y el corre corre de cada día nos lleva por lo inmediato, por lo que necesitamos ahora, por lo que nos gusta y queremos. Lo cierto es que lo inmediato, lo material, lo sensible, nos quita la luz para ver lo que realmente importa que es lo espiritual.

Nuestro ser interior debería ser nuestra prioridad y es lo que debemos cuidar, porque de ahí nacen los buenos propósitos, el amor auténtico, la fortaleza para vencer obstáculos, la alegría para compartir con los que queremos, la ilusión de vivir y de superar obstáculos. Es lo que nos mueve a ser mejores por nosotros mismos y por los demás.

La paz y el amor son como dos hermosas plantas que nacen en el mismo jardín. Realmente son las que enriquecen nuestro interior, si nosotros cuidamos de ellas, estas se manifestarán en nuestros actos externos. La pregunta será entonces ¿cómo lograr que crezcan en nosotros y luego las podamos manifestar a los demás?

El amor y la paz son virtudes. Y las virtudes se adquieren a través del continuo ejercicio, es decir poniéndolas en práctica todo el tiempo. El amor y la paz son virtudes complementarias, el que mucho ama transmite mucha paz a los que lo rodean.

El amor y la paz implican compromiso, lucha y responsabilidad. El primer compromiso lo asumimos con nosotros mismos cuando decidimos vivir en armonía. Y luego del compromiso, debemos pasar a la acción: aceptarnos como somos, reírnos de nuestros defectos, mejorar nuestro mal carácter y adquirir otras virtudes que nos faciliten las relaciones con otros. Pero esto no es fácil de vivir a la primera ni a la segunda… quizá pase mucho tiempo, hasta que se comiencen a ver los resultados.

La lucha por vencernos y superarnos a nosotros mismos supone muchos actos de humildad, paciencia y perseverancia… hasta conseguir aceptarnos como somos, limando nuestras asperezas, quitando las aristas de nuestro mal carácter que golpean a los demás y finalmente enriqueciendo nuestras relaciones con los otros para que sean realmente de paz y cariño.


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