Regularmente sucede que los niños reciben regalos de varios “frentes”: los abuelos, sus papás, los tíos, los padrinos, algunos amigos muy cercanos. El resultado no buscado: una sobredosis de obsequios. ¿Es malo? Es claro que es importante que nuestros hijos se sientan queridos por sus papás y familiares, pero un exceso de regalos puede provocar que un niño:
- Pierda de vista el sentido de la Navidad y espere la fiesta con ilusión por lo que recibirán materialmente.
- Crea que el cariño se reduce a los regalos. Puede olvidar que los detalles, la protección, el cuidado y el amor está sobre los obsequios.
- Se acostumbre a la abundancia y si en algún momento no reciben todo lo que ellos esperan, creerán que “ya no se les quiere” o peor aún, harán cualquier pataleta pues se sienten merecedores de poseer todo lo que desean.
¿Qué hacer entonces? Puedes hacer varios planes, pero uno que funciona es: pedirle a tu hijo que escriba su carta a Santa y le exprese sus deseos -materiales o no- para esta Navidad. Si ha pedido un regalo que tú sabes es muy especial para él, puedes ponerte de acuerdo con varios familiares y hacer un regalo en conjunto.
Esto, además de representar una alegría para tu hijo; reducirá el número de regalos que recibirá. Si aún así te percatas que recibió muchos obsequios puedes revisar estas opciones:
Deja a su alcance los regalos por los que hayan mostrado preferencia. Guarda los otros. Puedes sacarlos paulatinamente conforme avanzan los meses. Esto renovará la ilusión y les permitirá aprovechar y cuidar los juguetes.
Si tus hijos tienen ya cierta edad, puedes convertir esto en una oportunidad para ayudarles a que vivan la generosidad. Invítalos a elegir uno o dos obsequios y cuéntales que pueden compartirlos. Puedes invitarlos a pensar si conocen o han visto a alguien que quizá no recibió un regalo esta Navidad y para quien sería gran sorpresa recibir alguno. Y como bien dicen, fray Ejemplo es el mejor predicador, tú puedes elegir uno o dos de tus regalos y pedirle a tu hijo que te acompañe a entregarlo a la persona que hayas decidido obsequiarlo.
Al final de cuentas, el espíritu navideño debe vivir en nosotros durante todo el año y traducirse en amor y solidaridad con los demás.