Conoce el cerebro y entenderás a tu adolescente

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¿Tienes en casa a un adolescente temperamental, cambiante o impulsivo y no entiendes por qué actúa de esta manera? No desesperes y avócate a la ciencia, porque es ahí en donde encontrarás la respuesta a los retos que enfrentamos los humanos en este camino a la adultez.

Es impresionante cuánto puede cambiarnos la vida esta etapa. Quizá un chico tranquilo de buen temperamento, pase a ser uno arriesgado y malgeniudo que desconocemos. Casi sentimos que lo han cambiado por alguien más sin darnos cuenta. Pero todas estas subidas y bajadas tienen una razón puntual: el peculiar desarrollo del cerebro humano.

A lo largo de la historia la adolescencia se ha visto en muchas ocasiones como un problema. En El Cuento de Invierno de William Shakespeare, publicado hace 400 años, en una de sus páginas podemos encontrar este texto: «Ojalá no hubiese edad entre los diez y los veintitrés, o que los jóvenes pasasen ese tiempo durmiendo, porque no hacen más que ofender a los mayores, robar y pelear». G. Stanley Hall, quien en 1904 formalizó el estudio de la adolescencia, creía que este período de «agitación y estrés» reproducía una fase anterior y menos civilizada del desarrollo humano. Esto solo por citar algunos ejemplos.

Esa forma de pensar se mantuvo hasta finales del siglo XX, cuando afortunadamente surgieron las imágenes médicas y permitieron a los investigadores visualizar el cerebro adolescente a detalle y observar su desarrollo físico y patrones de actividad. Es aquí cuando la pregunta de todos los tiempos ¿qué les pasa a los adolescentes? tuvo una respuesta nueva (y acertada): nuestros cerebros tardan mucho más en desarrollarse de lo que creíamos.

La reorganización masiva

Un proyecto de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) en la década de los noventas, que estudió el desarrollo cerebral de más de cien jóvenes, reveló que el cerebro humano experimenta una reorganización masiva entre los 12 y los 25 años y que su crecimiento es escaso durante ese período. Y lo más importante, esos cambios físicos avanzan muy lentamente en etapas que comienzan desde la parte posterior del cerebro —el cual controla funciones primitivas y básicas, como la visión, el movimiento y el procesamiento fundamental de datos— hasta el lóbulo frontal, que es el encargado de las funciones ejecutivas y es responsable del control de los impulsos.

Esto quiere decir que nuestro adolescente, con su lóbulo frontal sin madurar, tiene retos en el control de las emociones, un mayor nivel de impulsividad (por eso hacen cosas que los ponen en riesgo), dificultad en la elección de sus objetivos y en la adecuación a las normas sociales. Es por eso que los padres debemos convertirnos en una especie de lóbulo prefrontal externo (y muy paciente), marcándoles límites con claridad, pero incentivando en ellos lo propio de esta etapa evolutiva: ser increíblemente creativos, solidarios y altruistas.

A este punto ya sabemos todo lo de las emociones y lo complicado que se vuelve organizarse y cumplir metas, pero esta información sobre el desarrollo del cerebro puede respondernos otras cuestiones que probablemente nos preocupen o nos saquen de las casillas. Así que aquí te dejamos algunos otros datos importantes:

¿Por qué algunas veces olvidan las cosas o parecen confundidos?

En esta etapa el cerebro comienza su “remodelación” eliminando las conexiones redundantes, aquellas que durante la infancia fueron útiles, pero ya no lo son. Es como cuando nos cambiamos de casa, lo primero que hacemos es una limpieza general para deshacernos de aquello que ya no usamos y llegar a nuestro nuevo espacio con lo que nos será útil. Esta es la razón por la que a veces se muestran confusos o no se acuerdan de cosas que han hecho miles de veces.

¿Por qué los amigos son tan importantes?

El cerebro adolescente es sensible a la oxitocina, una hormona neurotransmisora, que entre otras cosas hace más gratificantes las relaciones sociales. Eso explica por qué preferimos a esa edad la compañía de nuestros iguales más que en ninguna otra época de la vida.

Pero también tiene que ver con otros dos puntos importantes. Por un lado, esa preferencia expresa la atracción que se siente por todo lo novedoso: los chicos de la misma edad ofrecen más cosas nuevas que el ya conocido ambiente familiar. El otro punto, es que nuestro cerebro instintivamente, nos dice que debemos invertir en el futuro más que en el pasado. Vivimos la mayor parte de nuestra existencia y prosperamos (o no) en un mundo dirigido y reconstruido por gente de nuestra edad. Conocer, comprender y crear relaciones con ellos es muy importante para nuestro éxito.

De hecho, algunos estudios sugieren que la respuesta del cerebro a la exclusión del grupo de iguales es semejante a la que se observa en caso de amenaza física o en una situación de falta de alimento. En otras palabras, en el nivel neuronal, percibimos el rechazo social como una amenaza para nuestra existencia.

Sabiendo esto, comprenderemos mejor lo difícil que es para los chicos la traición de un amigo a los 13 años o el no ser invitado a una fiesta a los 15. No están exagerando, porque sencillamente su cerebro lo lee como si su vida dependiera de estos eventos.

¿Las chicas son más maduras que los chicos?

No exactamente. Lo que sucede es que en el cerebro se producen cambios en las conexiones nerviosas y las vías de conexión, es decir, el cerebro se adapta a las necesidades del ambiente. Esto, en general, hace la diferencia respecto al orden y ritmo de crecimiento entre chicos y chicas.

Las chicas desarrollan antes la corteza prefrontal, la encargada del control del riesgo, la agresividad y la impulsividad, ¿la recuerdas? Es por eso que se dice que maduran antes.

Los chicos, por su lado, maduran antes las regiones del lóbulo inferior parietal para las tareas espaciales.

En conclusión, esta larga y lenta oleada de desarrollo, que va desde la parte posterior del cerebro hacia la frontal y que concluye alrededor de los 25 años, es al parecer una adaptación única del ser humano, y quizá sea una de las más importantes. Así que, sin duda, tener este conocimiento, si bien no hace que los retos de la paternidad en la adolescencia vayan a desaparecer, sí nos dan una luz y algo de tranquilidad que nos va a permitir entender un poco más a nuestros hijos, y hasta disfrutar de esa maravillosa energía que los hace querer comerse el mundo.

Parte de la información en este artículo la tomamos de uno espectacular de National Geographic, el cual te compartimos aquí por si quieres profundizar.


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