Cuando los niños dicen palabrotas

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Cuando los niños descubren una palabra malsonante, prueba el efecto que produce en los demás cuando la escuchan, porque estas expresiones en sí mismas no son lo que le atrae, sino las reacciones que provocan.

La independencia de los niños les induce a probar el límite de lo permitido. Saltan, corren, comen y se visten solos, y cada día descubren el poder del lenguaje. Decir palabrotas es un ejemplo de ello, principalmente cuando comparten actividades con niños más más grandes.

¿Qué es una palabrota?

Estas surgen cuando el niño descubre y utiliza el poder del lenguaje para expresarse. Podemos situar esta circunstancia entre los 3 y los 5 años de edad, cuando el niño va al «colegio de mayores». Es una etapa más por la que pasan algunos niños. Sin embargo, una palabrota en boca de un niño, a estas edades, es «nada» si la despojamos de la carga expresiva que acarrea. Cuando un niño dice «Tonta» o «Imbécil», dirigiéndose a su mamá, no desea hacerle llegar el significado de estas palabras. Lo más probable es que lo haga porque es incapaz de encontrar palabras para expresar su estado de ánimo. Lo importante en estas situaciones es que los padres canalicen los sentimientos negativos y las palabrotas de los niños a otras formas de expresión.

Considerando que cada familia sitúe al niño en los límites que considera aceptables, ya que no a todos nos «ofenden» las mismas palabras, ¿qué podemos hacer los padres ante las palabrotas de nuestros hijos?

Sigue estas recomendaciones:
  1. Da el ejemplo. Si no quieres que tu hijo diga palabrotas, no las digas tú. Además, lo que no se ha oído no puede reproducirse ni imitarse.
  2. Evita reír o sonreír ante cualquier palabrota. Por más graciosa que pueda resultar una expresión, reírse de ella es un error porque incita al niño a repetirla.
  3. Explícale de forma sencilla y clara que estas palabras ofenden, molestan, que no son respetuosas y que sí se las dijeran a él, tampoco le gustaría.
  4. Mantén la calma y no le des demasiada importancia ya que una actitud en exceso afectada por parte del adulto puede producir el efecto contrario. Que el niño sienta que no son la mejor forma de llamar la atención de sus padres. Lo mejor es reconducir esta etapa con naturalidad para que las palabrotas «pierdan su poder» y su efecto para el niño.
  5. Ofrécele alternativas. Enséñale otras palabras que expresen el sentimiento o situación en la que se encuentra el niño. Cada familia puede adoptar las palabras de su entorno cultural y social que sean más oportunas. Enseñar a los niños, por ejemplo, que es mejor decir a su hermano que está disgustado porque le ha roto el juguete, que llamarle «imbécil» o «burro».
  6. Motívalo a leer para incrementar su vocabulario y hacerle descubrir nuevas palabras, expresiones, exclamaciones.

Si la situación persiste, tal vez los padres deberían valorar otras causas, por ejemplo, si dan suficiente atención al niño o si están siendo demasiado rígidos con su educación. Puede que el niño esté utilizando los insultos sólo para llamar la atención o que ocurra que el sienta que si se porta bien no le hagan tanto caso como cuando se porta mal.


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